Ardor colectivo contra el proyecto de entrega

25 de marzo de 2019

Unas 100 mil personas marcharon por el Día de la Memoria

Con la presencia de la Madre de la Plaza 25 de mayo Lila Forestello en el escenario en el Parque a la Bandera, una multitud polifónica, con gran cantidad de jóvenes, rechazó la prisión domiciliaria a genocidas y al gobierno de Macri.

Con sus pancartas escritas a mano, los símbolos pintados en el cuerpo, con hijes, amigues, en la columna de su organización política, sindicato, pero también del club del barrio, la biblioteca, la organización civil, la escuela, unas 100 mil personas conmovieron ayer el centro rosarino en el 43º aniversario del golpe cívico-militar. Liliana, una ex detenida política durante la última dictadura militar, llevaba su pañuelo verde brillante pintado en la cara y varias cuadras más atrás, Luna, estudiante secundaria, marchaba -como muches otres jóvenes- con el pañuelo blanco dibujado en su mejilla. El cruce de símbolos tenía otro denominador común: el rechazo al gobierno de Mauricio Macri. Fue el militante de HIJOS Juane Basso quien se encargó de subrayarlo desde el escenario emplazado en el Parque Nacional a la Bandera: «Acá estamos todos menos quienes nos gobiernan, ellos marchan para el otro lado». El grito de «Mauricio Macri, la puta que te parió» estalló. Mario López, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, recordó que «el único lugar para los genocidas es la cárcel», en rechazo a las prisiones domiciliarias. Sentada en su silla de ruedas, Lila de Forestello, Madre de la Plaza 25 de mayo, recibía el amor de quienes cantaban «Madres de la Plaza, el pueblo las abraza». La vista desde allí era imponente: la gente seguía llenando el espacio de colores y sentidos.

«Los desaparecidos y desaparecidas, sus identidades y sus proyectos, enlazan las luchas pasadas de nuestro pueblo con las del presente. Sus sueños de una patria para todos y todas, viven en los sindicatos que reclaman salarios y trabajo digno y paritarias sin techo; en los desocupados y las jubiladas; los trabajadores y trabajadoras de la economía popular; los pueblos originarios y las comunidades campesinas que defienden nuestras riquezas naturales contra el saqueo de las mineras y los agrotóxicos; las compañeras que gritan «ni una menos»», comenzó el documento leído por integrantes de organizaciones de derechos humanos y rápidamente hizo el contrapunto. «En una clara línea de continuidad con el proyecto económico impuesto por los genocidas, el actual gobierno nacional expresa los mismo intereses imperialistas y oligárquicos, con sus planes de miseria, hambre, ajuste y entrega del pueblo argentino, bendecidos por el Fondo Monetario Internacional», decía otro párrafo.

Tocaba el grupo musical Aguaviva sobre el escenario, a la espera del resto de las columnas y en un costado, María Laura se comunicó con su marido, que todavía estaba en la Plaza 25 de mayo esperando para salir. La magnitud de la convocatoria puede medirse en esas cuadras y también en la polifonía que aloja. Con un pañuelo blanco en el que inscribió el nombre de su hija Paula, Alberto Perassi marchó ayer acompañado de dirigentes de la CTA Autónoma, en las vísperas de la declaración en el juicio por la desaparición de la mujer de 36 años, el 18 de septiembre de 2011.

Un poco antes, la bandera de la biblioteca popular Vigil, y como siempre, en la cabecera, las organizaciones de derechos humanos que llevan los nombres de les desaparecides como bandera. Decir un nombre y gritar «presente» es más que un rito, es un ejercicio incesante: en la columna de Amsafé, maestras y maestros marcharon con guardapolvos que llevaban en la espalda el nombre de docentes desaparecides, y una breve reseña de sus vidas.

Antes de la salida de la marcha, en la plaza San Martín, el domingo se matizaba con mates. La organización barrial La Poderosa proponía distintos juegos, entre dos pasacalles con su firma que decían: «Ya gritamos Nunca Más» y «Hoy gritamos Nunca Macri».

Algunas manifestantes eligieron llevar sus pañuelos verdes en el cuello, con la pancarta de un pañuelo blanco de cartón. Muy pocos, pero también se vieron algunos pañuelos celestes.

El Movimiento Sindical Rosario aportó largas columnas y una novedad: marcharon con pañuelos blancos en sus cuellos, que llevaban inscripta la frase de Paco Urondo «arderá la memoria hasta que todo sea como lo soñamos».

«La abuela me enseñó que en la escondida el juego termina cuando aparecen todxs», llevaba su cartel hecho a mano Lelis Coronel, integrante de la organización Mujeres de Negro, y del otro lado decía: «No sea cobarde, luche como una Abuela». En cada columna, alguien inscribía su propia consigna, como una forma de imprimir su propio sentido en la marea de lo colectivo.

El documento reclamó la libertad de Milagro Sala y todos los presos políticos, y rechazó también la prisión domiciliaria de los condenados y procesados por delitos de lesa humanidad. «Mientras conmemoramos los diez años del inicio de los juicios a los genocidas, el gobierno de Mauricio Macri junto a un Poder Judicial corrupto, servil y obsecuente aplican hoy, a través del beneficio de la prisión domiciliaria, una amnistía encubierta a los genocidas».

Fuente: Rosario12